Erase una vez, una niña que tenía hojas en el cabello, y sus
compañeros en la escuela se burlaban de ella, qué sucia eres, le decían, ya
báñate tonta, y la pequeña niña que tenía hojas en el cabello agachaba
tristemente la mirada y trataba de ignorar estos hirientes comentarios.
Día tras día, la niña con hojas en el cabello pasaba las horas
de escuela sentada solitaria, y al regresar a su casa, se sumía en su tristeza
por el maltrato que de sus compañeros recibía.
Un día de verano, particularmente caluroso, mientras los niños
estaban en el patio a la hora del recreo, la pequeña niña que tenía hojas en el
cabello notó que ese día nadie le estaba diciendo cosas, levantó la mirada
y se dio cuenta de que todos los niños estaban sudando, apáticos y sin energías
a causa del terrible calor, pero ella se sentía muy fresca. Dos niñas se dieron
cuenta de esto y se acercaron a ella, se sentaron cada una a su lado y dijeron
a la pequeña niña que tenía hojas en el cabello que querían ser sus amigas, y
una vez que la convencieron, la niña que tenía hojas en el cabello arregló su
cabello, lo levantó hacia ambos lados de modo que aportara sombra a sus nuevas
amigas, y las hojas se mecían como movidas por una fresca brisa que salía de
quién sabe donde.
El verano siguió su curso, y cada día los niños sufrían los
calores al estar expuestos al sol en el recreo, mientras la niña que tenía
hojas en el cabello y sus dos nuevas amigas se la pasaban frescas a la sombra
del cabello con hojas de la niña. La niña que tenía hojas en el cabello se
sentía feliz de tener finalmente amigas, y de que nadie le dijera cosas,
aunque también se preguntaba si estaba haciendo bien las cosas, pues sus nuevas
amigas no hablaban mucho con ella, sino entre ellas, y no se acercaban a ella
en otro momento que no fuera el recreo, pero seguramente, se decía a sí misma,
así es esto de tener amigas.
Conforme llegó el otoño, las hojas en el cabello de la niña que
tenía hojas en el cabello comenzaron a secarse y caerse, y aunque ya no hacía
tanto calor, los días eran muy soleados, y es entonces que las amigas de la
niña que tenía hojas en el cabello le reclamaron diciéndole que era muy egoísta
por quitarse las hojas del cabello y dejarlas expuestas al sol, que era una
mala persona y muy egoísta, y ella trató de disculparse, haciéndoles entender
que el que se cayeran las hojas no era por voluntad propia, sino que eso
sucedía y no podía controlarlo, a lo que sus amigas le llamaron mentirosa y
egoísta, y se fueron diciéndole que era una niña extraña, sucia y que no le volverían
a hablar, y la niña con hojas en el cabello se sintió de nuevo triste y sola en
el mundo.
Pasó el otoño, llegó el invierno, y la niña con hojas en el
cabello siguió sintiéndose miserable por las burlas de sus compañeros y su
soledad. Sin embargo al llegar la primavera, comenzaron a brotar pequeños
botones de flor en el cabello de la niña que tenía hojas en el cabello, creció
uno particularmente grande sobre su oreja derecha que pronto dio paso a una
hermosa y perfumada flor. Esto llamó la atención de todos sus compañeros y las
niñas comenzaron a imitar su estilo cortando flores y colocándoselas sobre sus
orejas, sin embargo las flores pronto marchitaban y se caían constantemente,
así sucedía con todas, a excepción de la niña que tenía hojas en el cabello,
por lo que un día, las dos niñas que habían fingido ser sus amigas se
acercaron a ella pidiéndole les contara su secreto o compartiera esas hermosas
flores con ellas, a lo que contestó que no había ningún secreto, y que no podía
darles de sus flores pues no era posible que se las quitara sin sentir dolor.
Las dos niñas se molestaron con ella, le llamaron mentirosa y embustera, le
dijeron muchas otras cosas y le arrojaron tierra a la cara, y le dijeron que
siempre estaría sola y sería una rara por ser tan egoísta, y toda esa tarde
estuvieron burlándose de ella junto con los otros niños de la escuela, le
llamaban nombres y le arrojaban cosas. Al llegar a su casa, la niña con hojas
en el cabello intentó arrancarse las flores a pesar del dolor que esto le provocaba,
pero no pudo conseguirlo, buscó unas tijeras y las arrancó soportando el
terrible sufrimiento, pues era aún más terrible ser el objeto de burlas y la
soledad que la asechaba desde siempre, la niña lloró y lloró hasta quedar
dormida de cansancio, sumiéndose en un sueño del que nunca despertó…
La niña que tenía hojas en el cabello fue enterrada en el
cementerio del pueblo en una tumba que quedó por muchos años olvidada. Hasta
que un día la gente comenzó a notar que la tumba tenía siempre flores frescas
creciendo todo el tiempo, flores que nadie plantaba. Las flores eran tan
hermosas que la gente comenzó a cortarlas para plantarlas en sus jardines, no
importándoles profanar las tumba de alguien a quien nadie quiso, pero tan
pronto las arrancaban, las flores se marchitaban. La tumba hoy en día
sigue estando repleta de flores, flores hermosas y de delicioso aroma, que
brotan desde tres metros bajo tierra, que crecen de entre los cabellos del
cadáver de una pequeña niña, una niña que tenía hojas en el cabello.
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