10.31.2014

El Lago

    Era tan natural y a la vez tan simétrico que casi parecía artificial. El lago tenía un fondo plano de piedras pulidas, planas y bien distribuidas, todas en distintos tonos de café claro, daba la sensación que hubiera sido construido. El agua era clara como el aire, con destellos de luz aquí y allá, sólo el movimiento sutil de la superficie delataba su presencia.

    Estaba animando a Marina y Omar a cruzarlo nadando, ya que el lago se extendía kilómetros a cada lado, rodearlo sería una absurda pérdida de tiempo o peor. Marina y Omar se mostraban reticentes, pero accedieron a la lógica y la razón, sería absurdo tratar de rodearlo cuando ni siquiera podíamos ver los extremos de los lados y la orilla al otro lado se veía allá a unos pocos kilómetros. Así pues, decidimos finalmente nadar  el kilómetro y medio desde la orilla hasta el puente que atravesaba el lago al ras de la superficie, al parecer de un extremo a otro, allí tomaríamos un descanso y luego nadaríamos el siguiente tramo para cruzar completamente el puente hasta la otra orilla.

    Saltamos pues al agua, primero Marina, luego su padre Omar, y finalmente yo. Decidí que iría detrás de ellos en caso de que alguno necesitara ayuda.

     El agua del lago era casi etérea, de hecho no se sentía como agua en absoluto, era como aire de una densidad diferente, más fresco, tras zambullirme y ver que Marina y Omar ya habían empezado a nadar a ritmo suave, decidí unirme a ellos, sin embargo bracear no me sirvió de nada. Di una braceada, dos, varias, y no me impulsaba en absoluto, únicamente seguí cayendo lentamente hasta el fondo. Una vez de pie en el fondo decidí caminar tras ellos, como si fuera algo de lo más natural. Podía ver claramente como ellos iban nadando con la cabeza fuera de la superficie, sin mucho esfuerzo. Corrí para alcanzarlos, mis movimientos eran un poco lentos, pero distintos a estar sumergido en cualquier otro cuerpo de agua. No le presté mucha importancia en ese momento, sólo importaba que cruzáramos el lago y eso estábamos haciendo, al parecer cada uno a su manera. Estábamos a medio camino del puente,  ahora podía distinguir que el puente tenía un barandal dorado del  lado por el que nos aproximábamos, tendríamos que subir a él después de haberlo cruzado por debajo. Karina y Omar no se habían percatado aún que sólo ellos iban nadando, supongo que confiaban en que yo los seguía de cerca. Qué sorpresa se iban a llevar cuando me vieran corriendo tras ellos en el fondo del lago. Este pensamiento me causó gracia y no pude evitar reír. Por un segundo me asusté pues estaba en el fondo de un lago y debía contener la respiración pero de inmediato me di cuenta que estaba respirando justo como si estuviera en tierra firme. Seguí riendo pues  y correteando por el fondo del lago, maravillado con la experiencia.
Marina y Omar se sumergieron un poco para cruzar debajo del puente y luego subir del otro lado. Corrí tras ellos y al cruzar el puente di un par de saltos y brazadas para nadar hacia la superficie. Qué tonto, si no puedo nadar. No puedo nadar!. De repente  me  di cuenta que eso era un inconveniente, supuse que podría resolverlo al cruzar el lago, quizá podría trepar por el extremo o subir con ayuda de algo que me arrojara Marina.


     Marina asomó su cara a través de la superficie para buscarme y al verme de pie en el fondo saludándola con la mano se puso blanca de la impresión. Traté de gritarle que me encontraba bien pero de mi boca salió sólo un montón de burbujas que subieron raudas y caóticamente hasta la superficie. Qué curioso. Me quedé pensativo un momento, luego escuché el chapoteo que hizo Marina al saltar en la superficie. Volví la vista hacia arriba y la vi nadar intentando llegar hasta el fondo junto a mí. Marian estaba evidentemente asustada, una brazada, dos, pataleos constantes, tres brazadas, cuatro. Levanté mi mano y casi alcancé la suya. Una quinta brazada. Di un pequeño salto y nos tomamos de la mano. A Marina le quedaba poco aire, con su mano libre braceó y trató de nadar de regreso a la superficie arrastrándome con ella, sin embargo yo era tan pesado como si estuviera en tierra firme, y el que yo nadara no surtía mayor efecto que intentar nadar en el aire. Marina no podría resistir mucho más, así que solté su mano y ella subió como un torpedo y boqueó varias veces para recuperar el aliento al salir del agua. Se sentó en el puente y discutía con su padre algo que bajo el agua no alcancé a escuchar.  Asomó nuevamente su cara desde el puente  y a señas traté de hacerle entender que yo estaba bien y que debíamos continuar hasta el otro lado del lago. En esto estaba cuando de repente comencé a sentir muchísimo sueño, y tras un burbujoso bostezo, mis parpados comenzaron a sentirse pesados y mi cuerpo cada vez más ligero y de movimientos más y más lentos. Traté de mantenerme despierto y vi cómo Marina saltaba nuevamente al agua y nadaba  hacia mí desesperadamente. Mis brazos flotaban inertes a cada lado, me mantenía sin esfuerzo sobre la punta de mis pies. Marina me aferró de un brazo y desesperadamente intentó llevarme nadando a la superficie, subimos un centímetro, dos,  o quizá sólo flotaba cerca de la superficie. Marina me sacudió de los hombros. Yo me sentía muy tranquilo y somnoliento. Entonces lo comprendí, me estaba ahogando. Me ahogaba en un lago de tranquilidad. Me ahogaba en un lago en el que podía respirar, pero no podía nadar ni hablar ni escuchar. Con un esfuerzo sobrehumano Marina nadó y se colocó a mi espalda,  apoyando los pies en el fondo del lago trató de empujarme a la superficie. Lo estaba logrando, iba ya a medio camino. Faltaban solo un par de metro más y entonces mis ojos no pudieron seguir abiertos y todo a mi alrededor fue oscuridad, silencio y tranquilidad.

7.06.2014

El Oso Errante (Fragmento)

Contemplaban el reflejo de las estrellas sobre la superficie del agua, sentados en silencio a la orilla del muelle. El Oso errante comenzó a hacer lo que mejor hacía, maravillarse y preguntarse acerca de todo a su alrededor.

-¿Cómo se forma toda esta niebla?, ¿Viene acaso del mar?

-¿De verdad quieres saberlo? -Le preguntó a su vez el León con una mirada pícara.

-¿Acaso lo sabes? Dímelo –Le pidió el Oso sin poder contener la emoción.

-Verás, cada noche cuando las estrellas bajan a acariciar la superficie del mar, como hoy, su tenue luz produce melódicos sonidos bajo el agua del mar, entonces, por allá, cerca de aquella isla, se reúnen un grupo de sirenas para bailar al ritmo de la música estelar. Por eso el agua se ve más agitada en aquel punto. Y llegado el momento, cuando la melodía de las estrellas toma una cadencia más suave, todas las sirenas se unen en coro, cantando historias fantásticas de milenios anteriores, cuando el mundo estaba cubierto completamente por el mar, y las vibraciones de sus cantos sacuden la superficie del mar provocando pequeños borboteos.

-Pero eso no explica que haya neblina, al menos no aquí en la playa y sobre los valles.

-No he terminado. El espíritu del viento está enamorado de las sirenas, pero no puede llegar hasta ellas ya que nunca suben realmente a la superficie, y el espíritu no puede atravesar las aguas. Así que, en su obsesión, el espíritu del viento trata de tomar lo que puede de aquellas que ama, y por eso rosa la superficie del mar allá donde borbotea con el canto de sirenas y música de estrellas. Jubiloso, el espíritu del viento corre embriagado en alegría extendiéndose hasta las montañas llevando consigo la humedad de la superficie del mar, para presumir su preciada posesión.


Así que esto que ves y sientes, esto que conoces como neblina, es en realidad el espíritu del viento tratando en vano de atrapar canto de sirenas con música de estrellas.

7.02.2014

If Only

Am I in love?. Of course I am, you silly…

I’m so in love with life right now. So much in love and so much because of you

I now realize that  you’re the man I would do so much for, if only…

I would gladly kiss you tender every night untill you fall sleep

And wake you up softly every morning, if only…

I would come up with something new all the time

A flower one day, a nice meal another

An adventurous scape a weekend,  a romantic lovely night another

If only…

There might be a poem or a story waiting for you to discover it

Or maybe I’ll just hold you up tight for a whole day, if only…

I now know that you’re the man that I would make him fall in love with me

                                                                         every single day, if only…

If only you would get me the slightest chance to steal your heart


Just the way you stole mine.

6.14.2014

Fragment taken from "The World Wondering Bear"

The selfish lion then stared at the shiny moon, and suddenly he couldn’t restrained himself and roared a symphony of questions that sprouted from his heart:

“I wonder… I wonder…


If you wouldn’t have known that I was procrastinating my duties, would you have lingered more time?.  How much time?


What would have been needed  for you to stay for good?. What would have been needed to snatch from your lips a promise of coming back at the end of your journey?


Can you, sweet silver lady, deliver these questions to a world wondering bear?”.

5.02.2014

Messages From Beyond

Sometimes deads wish to crawl back to the surface
for they ache the lack of joy in their graves

But sometimes they  try to dig even deeper
in fear of the suffering the living are capable of.


10 Abril 2014 -

2.28.2014

Techo de alacranes, piso de tarántulas

La veía casi cada noche. Nadie me decía que no debía verla, aunque a nadie le decía que la veía, sospechaba que no era algo común, aunque no creía que fuera algo malo, así que simplemente la veía, cada noche, desde que tengo memoria. Se paseaba por el patio de la casa.

El patio de mi casa era muy grande, no por ello lujoso. Había varios árboles frutales: guayabos, limoneros, ciruelos y árboles de mango. La casa en sí era más chica que el patio, paredes de lámina y suelo  irregular. Me gustaba decir medio en broma que mi casa tenía techo de alacranes y piso de tarántulas, medio en broma, medio enserio. Pero de ella… de ella no hablaba.

Como decía, desde los primeros momentos que tengo de conciencia nítida, estaba siempre ella. Siempre en la luz crepuscular y en la luz espectral de la luna. Cuando tenía 5 años de edad ya era común para mi salir al patio y ver a una pequeña figura deambular ágilmente por el patio, un aspecto etéreo apareciendo y ocultándose entre los árboles. Me fascinaba el hecho de que una  pequeña niña correteara de forma tan despreocupada  en un patio sin hacer el menor ruido,  más aún que pudiera desaparecer de mi vista en un instante.

A nadie le contaba al respecto, nunca supe si los demás podían verla o no, y nunca sentí miedo, al menos no hasta que ella me vio a mí.

Una vez veía televisión recostado en la cama de la habitación. Estaba oscureciendo y no tenía encendida ninguna luz, no la necesitaba. Estaba aburrido del programa y cuando iba a levantarme para apagar el aparato, volteé hacia los pies de la cama y me doy cuenta que desde el límite del colchón comienza a levantarse un extraño humo de coloración azul blanquecino, curioso que no emitirá ningún olor, curioso que no hubiera algún fulgor por alguna llama que produjera el humo. Me quedé un minuto observando y me sorprendí al ver que el humo se empieza a compactar en un punto hasta formar la figura de la cara, cabello y cuello de una niña asomándose desde el límite de la cama. Me sorprendí más ya que hasta ese día jamás había visto a la niña en otro lugar además del patio. Sacudí mi cabeza para salir de la impresión y al abrir de nuevo los ojos no vi ya nada. En ese instante me sentí decepcionado y me dejé caer de nuevo sobre las almohadas, pensativo. Tras unos minutos,  empecé a sentir un leve escalofrío, volteé  y de nuevo vi surgir la figura de la misteriosa niña asomada sobre el límite de la cama. Recogí mis piernas para sentarme y prestar atención, miré fijamente, atento a qué iba a suceder después, respirando agitado por la emoción. La niña etérea comenzó entonces a trepar por la cama de manera pausada y presentar peso alguno sobre el colchón, en ese momento era detalles que me pasó desapercibido. Me quedé muy quieto en espera de lo que seguiría. Se acercó mucho a mí y cuando estuvo muy cerca, extendió muy lentamente su mano, la fue acercando de manera tan lenta que parece inmóvil, se acercó casi imperceptiblemente hasta que por fin y tan repentino como lento fue su movimiento apresó mi hombro con su mano. En ese instante  me recorrió un frio espectral, casi hiriente y salté a la vez que emití un grito de susto que terminó por hacer desaparecer a la niña etérea.

De pie sobre la cama y tratando de controlar mi respiración, tomé valor me acerqué a la orilla de la cama, me incliné y superando el miedo que me acusaba, fui bajando lentamente la cabeza para asomarme debajo de la cama, si fue por valor o tontería no lo sé. Eché un vistazo sin saber qué esperar en realidad y lo que vi me llenó de un miedo incompresible. Debajo de mi cama se encontraba ovillada el espectro de una pequeña niña, y lo que me infundió temor fue darme cuenta por primera vez que la expresión de esa pequeña entidad era de miedo puro, no sé cómo pero supe que era porque sabía que yo podía verla, y arrinconada y con miedo, aprovechando quizá mi impresión, se abalanzó de repente sobre mí, atravesó mi rostro o así lo sentí y en ese instante mi pecho de llenó de un frio cortante que me obligó a gritar de pánico y tan rápido como sucedió desapareció toda visión y sensación, pero permaneció el recuerdo, el recuerdo y el miedo arraigado en mi pecho y una marca oscura en mi hombro derecho.


Desde esa noche jamás volví a verla, pero me asaltan visiones de todo tipo que atormentan mi espíritu, pues no puedo verla no porque no esté, no puedo verla como no puedo ver dentro de mis ojos o detrás de mi cabeza, pero sé que está ahí, la siento en cada respiro, me hace sentir su miedo, miedo arrastrado a la muerte desde el límite de su vida, pero de eso no me atrevo a hablar en este momento.

6.05.2013

De Rojo Carmesí Se Tiñe El Placer

Desde la cama la miraba con sus ojos aceitunados por los que asomaban unas lágrimas, apenas si se movía un poco al respirar, se encontraba agotado, apenas despierto, de un momento a otro caería rendido. Algo viscoso y cálido escurría por su cuello y manchaba la almohada gris rellena de plumas de ganso. Apenas tenía fuerzas para verla unos segundos, ahí a unos metros, sentada tranquilamente sobre el brazo de su sillón de terciopelo marrón sin respaldo, con un pie en el suelo y el otro sobre el sillón. Con la luz de la luna llena que se colaba por la ventana podía ver claramente su firme y bien formado cuerpo. Podía distinguirlo muy bien, desde los dedos de los pies, pasando por sus amplias caderas, sus redondos y firmes pechos luchando contra la gravedad y hasta su sensual cuello, incluso alcanzaba a percibir el tono trigueño de su piel y un resplandor en su grueso labio inferior. El resto de su rostro quedaba ligeramente oculto por su castaña cabellera rizada y el brillo inteligente en sus enormes ojos se perdía por instantes debido al humo del cigarrillo que fumaba.

Ella miraba hacia fuera por la ventana con la mirada perdida, no buscaba nada en particular, solo le gustaba ver las cosas iluminadas por la luz de la luna llena: un algodón en la casa de enfrente que parecía esconder celosamente un secreto entre la oscuridad que producían sus hojas; el tejado de una casa un poco más allá por el que merodeaba un gato negro, toda aquella calle anunciaba tranquilidad. Daba un toque al cigarro que sostenía entre los dedos índice y medio de su mano derecha y dejaba que el humo escapara lentamente por su sensual boca entreabierta, arremolinándose unos segundos frente a su rostro para besarle las hermosas mejillas antes de precipitarse a la plateada noche. Se sentía tranquila, se sentía gustosa y satisfecha por lo que acababa de hacer, no era como la primera vez, en que sintió nauseas por varios días, no, esta vez (ya no recordaba cuantas veces lo había hecho) era completamente gozosa. Tanta satisfacción debería ser un delito, aunque quizás no, pues ya la hubieran encarcelado algunos años antes.

Al terminar el cigarrillo y arrojar la colilla por la ventana con un movimiento diestro, volvió la vista al hombre que estaba sobre la cama cubierto únicamente por las sábanas blancas semitransparentes, con sus profundos ojos entornados en ella y un tonificado brazo al descubierto. No pudo evitar esbozar una suave y coqueta sonrisa con la comisura izquierda de sus gruesos labios. Se sentía tan complacida, había hecho un buen trabajo y aquel hombre había estado fabuloso, como ningún otro de los que había tenido. Le cruzó por la mente que aquella sensación podía deberse a que había reprimido sus deseos durante mucho tiempo.

Vio que los ojos de su amante se cerraban con un pequeño esfuerzo y por un segundo le pareció percibir en ellos un brillo de odio, no, seguramente era su imaginación. Se levantó y se acercó a la cama, jaló las sábanas que también estaban un poco manchadas y las arrojó al suelo para contemplar por última vez ese ardiente cuerpo de escultura griega y en el momento en que lo vio tuvo una agradable sensación de cosquilleo en el vientre que se extendió por su espalda y a todo su cuerpo. Apenas podría creer que lo hubiera conocido un día antes por casualidad mientras bebía un expreso en un café del centro de la ciudad. Con una mano apretó uno de sus grandes muslos y al sentir el calor que aún emanaba de aquella tersa piel supo que no estaba equivocada, él había sido el mejor amante que había tenido hasta ahora. Siguió acariciándole, ahora con ambas manos, los firmes muslos, rozó su cadera y jugueteó un instante entre las líneas que marcaban su abdomen. Se arrastró suavemente rozándole el cuerpo con sus pezones y besando su ancho pecho. Pasaba los dedos entre el sedoso cabello lacio que le cubría la frente, mientras mordía sus labios carnosos con lujuria y al tiempo que se estremecía por el cosquilleo de la barba de su hombre le pereció percibir un ligero sabor a sangre que le hizo estallar de placer…

De repente se levantó de forma brusca a la vez que con su mano izquierda hundía el cuchillo ensangrentado que, hacía unos minutos le había enterrado ella misma en el cuello en el instante en que su cara se retorcía en un placer orgásmico. Con un rápido movimiento lo sacó terminando de mutilar su cuello y chorreando sangre por toda la cama.

Lo contempló un par de minutos con una expresión sombría y sádica. Se sentía extasiada, con una sensación orgásmica recorriendo cada fibra de su cuerpo. Le encantaba aquella sensación que surgía después de matar a sus amantes. Limpió un poco el cuchillo con su lengua, saboreó la sensación de óxido y se dispuso a vestirse. Minutos más tarde conducía en su auto con una enorme sonrisa en su rostro, pensando y regocijándose de lo que acababa de hacer. También le alegraba la perspectiva de una nueva ocasión para gozar, cuánto tendría que esperar para conseguir un nuevo amante, quizás mañana visitaría de nuevo ese café en el centro de la ciudad.

Como contestando a sus silenciosos pensamientos, un oficial en una motocicleta la siguió al virar en una esquina indicándole que se detuviera, así lo hizo. El oficial se acercó a la ventanilla del auto de la mujer y le hizo una serie de preguntas de rutina mientras iluminaba distintas partes del interior del auto con una lámpara de mano hasta que sin proponérselo al principio, posó el pequeño círculo de luz sobre el escote de la blusa negra de la mujer, movido por el influjo de aquella suculenta criatura, y ésta, al darse cuenta de que el oficial era un hombre muy apuesto le coqueteó sutilmente contestando las preguntas del oficial acercándose a su rostro y hablando en tono muy bajo con su dulce voz aterciopelada a la vez que hacía movimientos juguetones con su mano derecha. El oficial quedó atrapado bajo el encanto de la dama y respiró profundamente para inhalar el perfume de la hermosa conductora. Unos segundos más tarde encaminaba la motocicleta hacia su departamento haciendo señales en cada esquina para que el vehículo en el que venía la mujer lo siguiera. Ella metió la mano en su bolso para estar segura. No, no había olvidado ese cuchillo especial.

27/Agosto/2006

4.18.2013

Orgullo


Hacía rato que la luz  del día entraba fuerte por la ventana y que no se escuchaba ningún ruido en la casa, aparentemente todos habían ya salido a sus actividades diarias. Sin embargo Leonel seguía aferrado a las sábanas en su cama, dándole vueltas a ideas, resistiéndose a levantarse y empezar el día, un día más, otro día igual al anterior, vacío, sin sentido, y ahora con el eco de las discusiones de la noche anterior. Los padres de Leonel habían estado discutiendo cada vez más seguido y cada vez más por causa de Leonel. Por el trabajo inconstante y mediocre que tenía Leonel hasta hace unas semanas, por su mutismo, por su aparente indiferencia, por todo. La noche anterior su padre, Lombardo, gritaba a su madre cuando ella le dijo de los planes de Leonel de trabajar en otra ciudad, Lombardo rompió en reniegos y quejas, en preguntas sobre lo que Leonel pretendía o no hacer, gritando encolerizado a su mujer, las groserías y alusiones peyorativas hacia Leonel y sus acciones no podían faltar, como si Leonel no estuviera a unos pasos escuchando, como si no pudiera preguntarle a él directamente. Devan estaba en la habitación y rápidamente sacó plática a su hermano mayor para amortiguar la discusión y hacer caso omiso de lo que escuchaban, Devan siempre al pendiente de su hermano. Así Leonel pasó la noche sólo pensando en situaciones imposibles y alternativas autodestructivas para poner alto a esos arrebatos cada vez más frecuentes. Haciendo acopio de sus pocas energías anímicas decidió levantarse y preparar algo de desayunar. Al salir de la habitación, se dio cuenta que su padre no había trabajado ese día y que también se encontraba en la casa, ignoró su presencia y preparó café y desayuno sólo para él mismo. Lombardo se levantó también he hizo otro tanto y se sentó a la mesa del comedor con su hijo Leonel, ninguno hizo el menor esfuerzo por cruzar una palabra, ni siquiera una mirada de reconocimiento.

Los perros que tenían se asomaron al comedor atraídos por el ruido y sobre todo por el olor a comida. Lombardo ofreció un poco de su comida al menor de los dos (aunque más grande ya que el otro a pesar de ser un cachorro aún) y cuando el mayor se acercó también, un perro negro y un poco bajo para su raza, Lombardo le gritó para que saliera, profiriendo amenazas y haciendo ademanes que el perro sencillamente no entendía. Esto también se había convertido en una costumbre, el favoritismo hacia una mascota y el desprecio por la otra. Lombardo últimamente gritaba por todo, gritaba a la gente, gritaba al perro, gritaba y renegaba de toda situación y esa mañana en particular, Leonel sentía que le hervía la sangre, desde que comenzó a hacer esa diferencia entre los perros de la casa, Leonel lo sintió como una proyección por el trato que daba a sus mismos hijos y lo sacaba de quicio que maltratara siempre a un perro. Trató de contener su coraje dentro de sí, trató de iniciar una conversación racional con su padre y que dejara en paz al pobre animal, pero lo único que pudo hacer fue apretar los dientes y ahogarse en su propia rabia, aunque no por mucho, ya que esa mañana finalmente cedió a sus impulsos. Con un brazo arrojó los platos, vasos y cubiertos de la mesa mientras gritaba su frustración y allá fueron volando vajilla y vasos con todo y comida. Lombardo quedó atónito por la reacción de Leonel. Leonel aprovechó ese instante y antes de que su padre se recuperara y arremetiera contra él, tomó del cuero de la espalda al perro menospreciado que ya estaba dando cuenta de la comida en el suelo y lo arrastró de mala gana hacia el patio, tomando un afilado y largo cuchillo mientras pasaba por la cocina. Lombardo seguía boquiabierto sentado en la mesa viendo a su hijo arrastrar colérico al perro y cuando se perdieron de su vista reaccionó finalmente. Se levantó muy enojado de la mesa y fue tras ellos, bufando de rabia y decidido a dar una paliza a Leonel pero al salir al patio volvió a caer presa de la incertidumbre. Leonel se quitó la camisa y la echó sobre la cabeza el perro para aferrarlo y que este no lo mordiera ni se soltara, lo tiró sobre su espalda y jaló la camisa con la mano izquierda manteniendo en el suelo al pobre animal que chillaba de miedo. Con su temblorosa mano derecha sostenía el cuchillo que había tomado de la cocina y lo acercó al cuello de la pobre criatura que tenía sometida. El otro perro se alejó con la cola entre las patas.

-¿Acaso ya olvidaste cómo hablar sin renegar, cómo hablar sin tener que gritar? –gritaba Leonel histérico entre mocos y sollozos, con la cara roja de cólera- Déjame ahorrarte un poco de coraje, déjame facilitarte las cosas, ya no tendrás que estar gritando al perro porque se asome a la casa.

Se volvió hacia el perro que tenía retorciéndose en el suelo y clavó el largo cuchillo en su cuello hasta la mitad. El perro profirió un aullido lastimero y grotesco interrumpido por el flujo de sangre que manó de la herida mientras Leonel giraba el cuchillo a un lado y a otro al tiempo que gritaba su rabia y su locura. Lombardo estaba atónito, observando la escena boquiabierto sin saber cómo reaccionar. Por primera vez quizás en años estaba callado.

Cuando el perro dejó de resistirse, Leonel, llorando y temblando levantó la piel del animal desde la herida que le había hecho y comenzó a despellejarlo de manera torpe  alargando la herida en dirección al torso del perro. Leonel sentía náuseas y gritaba cada vez que encontraba resistencia ante el filo del cuchillo, con otro grito jaló la piel sobre el músculo opacando los sonidos de borboteo y desgarro mientras destazaba el cadáver del animal. Volvió a inclinarse con cuchillo en mano y abrió otra herida profunda entre las costilla del perro, metió la mano por la herida y al cabo de un par de jaloneos y costillas rotas sacó lo que parecía el corazón, una bolita amorfa y chorreante. Gritó, lo aplastó un poco en su mano arrojando por un segundo pequeños chorros de sangre en todas direcciones para después arrojarlo al parabrisas de la camioneta de Lombardo.

-Estás pendejo? –Comenzó a gritar Lombardo temblando de rabia- Vas a…

-¿A qué?! -Le interrumpió Leonel amenazándolo con el cuchillo en mano.- ¿A qué? ¿Aún no estás satisfecho? Te puedo librar también de otras cosas que te molesten. -Cuando dijo esto apretó la punta del cuchillo sobre su propio cuello.- Un pequeño empujón y también te ahorro la molestia de tener que tolerar mi presencia aquí. A ver si así dejas de quejarte tanto.

-No!

Leonel y Lombardo se asustaron, no se habían dado cuenta en qué momento llegó  Devan ni cuánto tiempo llevaba parado en la entrada de la casa. -¿Qué están haciendo? –preguntó Devan con la voz quebrada por miedo y luego corrió dentro de la casa visiblemente asustado por la escena.

-Hijo… -comenzó a decir Lombardo. Pero Leonel lo volvió a interrumpir.

-Tu único hijo es el que acaba de entrar en la casa! Yo soy sólo un estorbo que toleras porque te importa más “el qué dirán” si me echas ahora. Así que, Lombardo, padre –escupió la palabra con sorna y sarcasmo- ¿Qué dices? ¿Te hacemos la vida más sencilla?

Extrañamente Lombardo se calmó, con los ojos cerrados suspiró como pensando lo que respondería, volvió a ver a Leonel y con una sonrisa resignada le dijo. –Haz lo que quieras. –Dio media vuelta y entró de nuevo en la casa dejando a Leonel solo con el desastre de su pequeña carnicería. Lleno de sangre y medio desnudo con el cuchillo apretado contra su cuello, una vacía amenaza en el aire.

Leonel se quedó estupefacto en el mismo lugar, sorprendido de la reacción de Lombardo. ¿Qué iba a hacer ahora?, ¿Qué esperaba que sucediera o que esperaba lograr con todo esto? Miró el cadáver del perro a quien él también había querido. Sus piernas cedieron y quedó de rodillas en el patio, tembloroso, el coraje lo invadió poco a poco nuevamente. ¿Cómo era posible que su padre se mostrara indiferente ante esta situación? Leonel no podía quedar como un tonto que hace berrinches histriónicos por llamar la atención. Pero, ¿qué hacía ahora con las amenazas ya proferidas? Su respiración se tornó rápida y agitada, su cara roja. No podía echarse atrás llegado a este punto. Profirió un largo grito tratando de darse valor para cumplir con lo que había dicho, pero no pudo. Dejó entonces caer los brazos a los lados y comenzó a llorar de nuevo. Lloraba por la culpa de haber matado una de las mascotas de la familia, lloraba por haberse mostrado así ante su hermano Devan, y lloraba por sentirse abandonado, por la indiferencia de Lombardo. Pero nada de esto tenía tanto peso como el dolor que le provocaba sentir que había quedado como tonto y lloraba también pues, por vergüenza. Nadie jamás lo tomaría enserio nuevamente y tendría que soportar siempre los reproches y las burlas por portarse como una tonta mujer que hace amenazas de arrojarse de un 5to piso sólo por llamar la atención. Eso fue lo que lo impulsó. Más que la rabia, el sentimiento de desprecio y abandono y la culpa. Fue eso lo que le dio fuerza a su mano y guió la trayectoria del cuchillo, fue la insoportable idea de quedar como un tonto hablador. De manera lenta pero decidida se hizo un corte longitudinal en cada una de sus muñecas, sintió dolor, pero no tanto como esperaba pues se encontraba en un estado de resignación y horror que anestesiaban los sentidos. Apretó nuevamente el filo del cuchillo sobre su cuello y ahora, sin gritos ni dudas, lo deslizó rápida y forma certera, abriendo otra herida letal.

Cayó primero el cuchillo, luego cayó él, y por último cayó la oscuridad en su conciencia.

4.13.2013

Empacar


Preparaba la maleta, lo hacía de manera torpe. Tenía que irse a la mañana siguiente, no podía permanecer en la ciudad un día más. Si tan sólo él correspondiera a sus sentimientos de manera adecuada. Pero no era así. Era inaudito, Lídonel hacía maravillas por él, detalles que nadie más tendría jamás, ¿y qué prefería  Roltant? El hueco cráneo de un musculoso cualquiera. Ni siquiera era apuesto. Para colmo Roltant sabía lo que sucedía, sabía de los sentimientos de Lídonel, hasta sentía afección por él, pero eso no era suficiente para el pequeño ambicioso, él debía tener a alguien a quien presumir, alguien que impresionara con sólo mirarlo, y por eso sólo flirteaba con Lídonel, para tenerlo cerca y Lídonel no hacía menos por propiciar esta situación. No es que Roltant fuera un mal muchacho, sólo que no se sentía seguro de sí mismo. Pero eso es justificarlo demasiado. Esta vez había pasado el límite y Lídonel, afable, tranquilo y siempre atento con Roltant, estaba por perder el control. No, eso no podía pasar. No quería hacer daño a Roltant, no realmente. ¿Quién iba a querer hacer daño a alguien a quien  quiere? Pero por otro lado, es lo más lógico, ¿no es así? Sólo alguien a quien quieres, alguien quien despierta pasiones ocultas al resto del mundo puede gatillar ese impulso de locura en una persona tranquila. Lídonel había sido una persona muy tranquila por mucho tiempo, por demasiado tiempo. Empacar, rápido, sólo lo necesario. Debía alejarse de Roltant, por el bien de ambos, por el cariño que aún le profesaba. Dios!, si tan sólo Roltant se hubiera mantenido al margen. Qué importaba que estuviera en brazos de otro. Lídonel podía esperar paciente a que  sufriera una decepción y cuando se estuviera recuperando, siendo su apoyo, siendo comprensivo y cariñoso, Roltant se daría cuenta de lo que Lídonel vale. Pero Roltant tenía que cruzar la línea. Tenía que echar el plan abajo. No se puede esperar que después de un abrazo así, de un tierno y pasional beso como aquel le permitiera irse a brazos de otro como si nada hubiera pasado. Roltant había cruzado una línea tras la cual Lídonel se mantenía tranquilo esperándolo y no permitiría que la cruzara de regreso dejándolo solo después de esto. No pienses en ello Lídonel. Empacar, irse, comenzar de nuevo en otro lugar. No necesito llevar esto, ni esto. Mis notas! No. No las necesito, son un recordatorio de una obsesión de la que trato de huir.

Roltant, ese apuesto y malvado Roltant. Lágrimas comenzaron a surcar el rostro de Lídonel. No recordaba que tenía que empacar lágrimas también. Cuando casi hubo terminado era temprano aún. El autobús no saldría sino hasta la mañana siguiente. Esto no era bueno, debía mantenerse ocupado y no pensar en él, no pensar en ellos, juntos, disfrutando uno del otro. Roltant. ¿Pensarás en mí mientras lo abrazas a él? Mi querido Roltant. La sangre corrió por el labio de Lídonel por la fuerza con que se mordía a sí mismo tratando inútilmente de contener la rabia que lo atacaba. No, no, debo pensar en otra cosa. Qué me hace falta? Debo… Debo revisar los papeles, debo volver a checar mis documentos.  Pero era inútil, tenía todo y lo sabía, identificación, título, acta de nacimiento, en fin, todos los documentos que necesitaría para cualquier cosa. Para no regresar de nuevo a esta ciudad maldita. Desaparecer de aquí de una buena vez, tan asertiva y rápidamente que podría hacer cualquier cosa esta noche y no sospecharían de él. Podría ir hasta la casa de Ádimer, seguro encontraría a Roltant ahí. Si, ¿y entonces qué? Entonces le das un tiro en la cabeza a cada uno. No, no podría. Claro que podrías, ¿qué te detiene? Hazlo! Ve. Sólo ve a la casa, echa un vistazo por la ventana, si no está ahí, entonces podrás partir tranquilo. ¿Qué esperas? ¿A qué le temes, a que sea cierto? Ve, compruébalo, la duda te perseguirá allá donde vayas. Lídonel tomó las llaves de la camioneta y salió derrapando. Después de recorrer unas calles frenó de repente. Esto es ridículo. No debo ir. Mañana empiezo una nueva vida, lejos de aquí, de todos. No me importa con quién esté ahora. Ah, pero si te importa. Vamos, sólo unas cuadras más.

Lídonel llegó a la casa y sigilosamente se asomó por la ventana. No podía ver a nadie en la sala de la pequeña casa. Toca, seguro están en la habitación y no lo sabrás viendo desde aquí. Lídonel se ajustó el saco y llamó a la puerta. Un minuto después Ádimer abría la puerta, vistiendo los pantalones de una pijama, con el torso desnudo.  Está aquí, ¿verdad? No lo niegues maldito. Roltant, Roltant! Roltant salió de la habitación, vistiendo el complemento de la pijama de Ádimer. Eso fue suficiente para Lídonel. No es lo mismo saber algo, sean sospechas o con certeza, que ser testigo de ello. Algo se rompió dentro de Lídonel, ¿un hilo de cordura, su corazón? Quizás ambos. Vio que Roltant decía algo, pero no podía escucharlo, a su vez Ádimer hacía ademanes amenazantes en dirección a Lídonel mientras gritaba a Roltant, aunque tampoco escuchaba lo que decía, todo era confuso y lo veía como en cámara lenta. Roltant comenzó a llorar y Ádimer gritaba y gesticulaba de manera violenta.  De repente el tiempo volvió a su ritmo normal y Lídonel tenía un arma en la mano. No recordaba haberla tomado cuando salió de casa, pero ahí estaba, tan ligera y confortable en su mano. La levantó y apuntó a Ádimer con ella. El pobre desgraciado sólo tuvo tiempo para poner una expresión de miedo al darse cuenta de lo que seguiría, la bala le voló la cabeza y cayó desplomado al suelo, sin siquiera emitir un grito ni otra reacción. Roltant estaba paralizado de pánico, Lídonel entró a la casa y cerró la puerta tras de sí. Había sangre por todos lados, incluso sobre Roltant. Roltant, apuesto y risueño Roltant. Yo, yo no quería que esto sucediera así Ro. Yo, yo solo quería que me dejaras quererte. Nunca te pedí nada más. Esto, esto… esto es tu culpa. Lo siento Ro, pero tú te buscaste esto. Lídonel apuntaba a Roltant mientras este lloraba y suplicaba y temblaba de miedo. La escena conmovió a Lídonel y rodeó a Roltant en sus brazos como protegiéndolo. Lo siento, lo siento mi pequeño Ro, no quería que esto sucediera, de verdad que no quería. Pero tú, tu despertaste de nuevo esa voz en mi cabeza y ahora no puedo hacerla callar. Oh Ro, mi pequeño Ro. Lo siento tanto. Lídonel también lloraba de manera desconsolada mientras abrazaba con fuerza a Roltant, aún tenía el dedo en el gatillo de la pistola. Ro, pequeño Ro, perdóname, perdóname por favor, pero no puedo arriesgarme a que vuelvas a alejarte.  Roltant temblaba de manera descontrolada al darse cuenta de que Lídonel apretaba el cañón de la pistola contra su pecho y antes de que pudiera decir nada, Lídonel jaló del gatillo y Roltant cayó pesado y sangriento entre sus brazos. Lídonel lloraba incontenible. Perdóname Ro, pero tú me orillaste a esto. Perdóname… Lídonel repetía sus lamentos una y otra vez mientras besaba los labios sin vida de Roltant, mientras dejaba que la sangre que brotaba de su corazón bañara su culpa y ahogara la voz en su cabeza. Pero ahora tenía que volver a casa, no había terminado hacer las maletas.


28/marzo/2013

4.12.2013

Por amor, por ti (Fragmento)


Yo puedo robarte una sonrisa cada vez que me lo proponga, soy capaz de acariciarte con palabras, de tocar tu corazón con un susurro y de decir “te quiero” sin hablar.

Soy capaz de crear mundos sólo para ti, para nosotros. No necesito prometer la luna y las estrellas, cierra los ojos, toma mi mano y escucha, yo te llevaré hasta ellas.

-19/febrero/2013-

La Niña Que Tenía Hojas en el Cabello


Erase una vez, una niña que tenía hojas en el cabello, y sus compañeros en la escuela se burlaban de ella, qué sucia eres, le decían, ya báñate tonta, y la pequeña niña que tenía hojas en el cabello agachaba tristemente la mirada y trataba de ignorar estos hirientes comentarios.
Día tras día, la niña con hojas en el cabello pasaba las horas de escuela sentada solitaria, y al regresar a su casa, se sumía en su tristeza por el maltrato que de sus compañeros recibía.
Un día de verano, particularmente caluroso, mientras los niños estaban en el patio a la hora del recreo, la pequeña niña que tenía hojas en el cabello notó que ese día nadie le estaba diciendo cosas, levantó la mirada y se dio cuenta de que todos los niños estaban sudando, apáticos y sin energías a causa del terrible calor, pero ella se sentía muy fresca. Dos niñas se dieron cuenta de esto y se acercaron a ella, se sentaron cada una a su lado y dijeron a la pequeña niña que tenía hojas en el cabello que querían ser sus amigas, y una vez que la convencieron, la niña que tenía hojas en el cabello arregló su cabello, lo levantó hacia ambos lados de modo que aportara sombra a sus nuevas amigas, y las hojas se mecían como movidas por una fresca brisa que salía de quién sabe donde.
El verano siguió su curso, y cada día los niños sufrían los calores al estar expuestos al sol en el recreo, mientras la niña que tenía hojas en el cabello y sus dos nuevas amigas se la pasaban frescas a la sombra del cabello con hojas de la niña. La niña que tenía hojas en el cabello se sentía feliz de tener finalmente amigas, y de que nadie le dijera cosas, aunque también se preguntaba si estaba haciendo bien las cosas, pues sus nuevas amigas no hablaban mucho con ella, sino entre ellas, y no se acercaban a ella en otro momento que no fuera el recreo, pero seguramente, se decía a sí misma, así es esto de tener amigas.
Conforme llegó el otoño, las hojas en el cabello de la niña que tenía hojas en el cabello comenzaron a secarse y caerse, y aunque ya no hacía tanto calor, los días eran muy soleados, y es entonces que las amigas de la niña que tenía hojas en el cabello le reclamaron diciéndole que era muy egoísta por quitarse las hojas del cabello y dejarlas expuestas al sol, que era una mala persona y muy egoísta, y ella trató de disculparse, haciéndoles entender que el que se cayeran las hojas no era por voluntad propia, sino que eso sucedía y no podía controlarlo, a lo que sus amigas le llamaron mentirosa y egoísta, y se fueron diciéndole que era una niña extraña, sucia y que no le volverían a hablar, y la niña con hojas en el cabello se sintió de nuevo triste y sola en el mundo.
Pasó el otoño, llegó el invierno, y la niña con hojas en el cabello siguió sintiéndose miserable por las burlas de sus compañeros y su soledad. Sin embargo al llegar la primavera, comenzaron a brotar pequeños botones de flor en el cabello de la niña que tenía hojas en el cabello, creció uno particularmente grande sobre su oreja derecha que pronto dio paso a una hermosa y perfumada flor. Esto llamó la atención de todos sus compañeros y las niñas comenzaron a imitar su estilo cortando flores y colocándoselas sobre sus orejas, sin embargo las flores pronto marchitaban y se caían constantemente, así sucedía con todas, a excepción de la niña que tenía hojas en el cabello, por lo que un día, las dos niñas que habían fingido ser sus amigas se acercaron a ella pidiéndole les contara su secreto o compartiera esas hermosas flores con ellas, a lo que contestó que no había ningún secreto, y que no podía darles de sus flores pues no era posible que se las quitara sin sentir dolor. Las dos niñas se molestaron con ella, le llamaron mentirosa y embustera, le dijeron muchas otras cosas y le arrojaron tierra a la cara, y le dijeron que siempre estaría sola y sería una rara por ser tan egoísta, y toda esa tarde estuvieron burlándose de ella junto con los otros niños de la escuela, le llamaban nombres y le arrojaban cosas. Al llegar a su casa, la niña con hojas en el cabello intentó arrancarse las flores a pesar del dolor que esto le provocaba, pero no pudo conseguirlo, buscó unas tijeras y las arrancó soportando el terrible sufrimiento, pues era aún más terrible ser el objeto de burlas y la soledad que la asechaba desde siempre, la niña lloró y lloró hasta quedar dormida de cansancio, sumiéndose en un sueño del que nunca despertó…
La niña que tenía hojas en el cabello fue enterrada en el cementerio del pueblo en una tumba que quedó por muchos años olvidada. Hasta que un día la gente comenzó a notar que la tumba tenía siempre flores frescas creciendo todo el tiempo, flores que nadie plantaba. Las flores eran tan hermosas que la gente comenzó a cortarlas para plantarlas en sus jardines, no importándoles profanar las tumba de alguien a quien nadie quiso, pero tan pronto las arrancaban, las flores se marchitaban. La tumba hoy en día sigue estando repleta de flores, flores hermosas y de delicioso aroma, que brotan desde tres metros bajo tierra, que crecen de entre los cabellos del cadáver de una pequeña niña, una niña que tenía hojas en el cabello.

La Leyenda del Muchacho de las Palabras Raras


Erase una vez, en un tiempo muy remoto y en un lugar muy distante, había un muchacho que usaba palabras raras al hablar, y la gente lo llamaba "el muchacho de las palabras raras". Ah, pues se murió. Y en esos lugares 'onde' siembran caña... ah, pues ahí lo enterraron. Y ya después, de las flautas rústicas que se hacen con cañas... ah, pues de esas, cuando la gente tocaba dichas flautas, el instrumento emitía las palabras raras que decía el muchacho.



~Fin~



*Gracias a  Carmen "la mañosa!" por colaborar en el arduo trabajo para realizar esta historia.

11/Diciembre/2007