Era tan natural y a la vez tan simétrico que casi parecía
artificial. El lago tenía un fondo plano de piedras pulidas, planas y bien
distribuidas, todas en distintos tonos de café claro, daba la sensación que
hubiera sido construido. El agua era clara como el aire, con destellos de luz
aquí y allá, sólo el movimiento sutil de la superficie delataba su presencia.
Estaba animando a Marina y Omar a cruzarlo nadando, ya que
el lago se extendía kilómetros a cada lado, rodearlo sería una absurda pérdida
de tiempo o peor. Marina y Omar se mostraban reticentes, pero accedieron a la
lógica y la razón, sería absurdo tratar de rodearlo cuando ni siquiera podíamos
ver los extremos de los lados y la orilla al otro lado se veía allá a unos
pocos kilómetros. Así pues, decidimos finalmente nadar el kilómetro y medio desde la orilla hasta el
puente que atravesaba el lago al ras de la superficie, al parecer de un extremo
a otro, allí tomaríamos un descanso y luego nadaríamos el siguiente tramo para
cruzar completamente el puente hasta la otra orilla.
Saltamos pues al agua, primero Marina, luego su padre Omar,
y finalmente yo. Decidí que iría detrás de ellos en caso de que alguno
necesitara ayuda.
El agua del lago era casi etérea, de hecho no se sentía como
agua en absoluto, era como aire de una densidad diferente, más fresco, tras
zambullirme y ver que Marina y Omar ya habían empezado a nadar a ritmo suave,
decidí unirme a ellos, sin embargo bracear no me sirvió de nada. Di una braceada,
dos, varias, y no me impulsaba en absoluto, únicamente seguí cayendo lentamente
hasta el fondo. Una vez de pie en el fondo decidí caminar tras ellos, como si
fuera algo de lo más natural. Podía ver claramente como ellos iban nadando con
la cabeza fuera de la superficie, sin mucho esfuerzo. Corrí para alcanzarlos,
mis movimientos eran un poco lentos, pero distintos a estar sumergido en
cualquier otro cuerpo de agua. No le presté mucha importancia en ese momento, sólo
importaba que cruzáramos el lago y eso estábamos haciendo, al parecer cada uno
a su manera. Estábamos a medio camino del puente, ahora podía distinguir que el puente tenía un
barandal dorado del lado por el que nos
aproximábamos, tendríamos que subir a él después de haberlo cruzado por debajo.
Karina y Omar no se habían percatado aún que sólo ellos iban nadando, supongo
que confiaban en que yo los seguía de cerca. Qué sorpresa se iban a llevar cuando me vieran corriendo tras ellos en
el fondo del lago. Este pensamiento me causó gracia y no pude evitar reír. Por
un segundo me asusté pues estaba en el fondo de un lago y debía contener la
respiración pero de inmediato me di cuenta que estaba respirando justo como si
estuviera en tierra firme. Seguí riendo pues
y correteando por el fondo del lago, maravillado con la experiencia.
Marina y Omar se sumergieron un poco para cruzar debajo del
puente y luego subir del otro lado. Corrí tras ellos y al cruzar el puente di
un par de saltos y brazadas para nadar hacia la superficie. Qué tonto, si no puedo nadar. No puedo
nadar!. De repente me di cuenta que eso era un inconveniente,
supuse que podría resolverlo al cruzar el lago, quizá podría trepar por el
extremo o subir con ayuda de algo que me arrojara Marina.
Marina asomó su cara a través de la superficie para buscarme
y al verme de pie en el fondo saludándola con la mano se puso blanca de la
impresión. Traté de gritarle que me encontraba bien pero de mi boca salió sólo
un montón de burbujas que subieron raudas y caóticamente hasta la superficie. Qué curioso. Me quedé pensativo un
momento, luego escuché el chapoteo que hizo Marina al saltar en la superficie.
Volví la vista hacia arriba y la vi nadar intentando llegar hasta el fondo
junto a mí. Marian estaba evidentemente asustada, una brazada, dos, pataleos
constantes, tres brazadas, cuatro. Levanté mi mano y casi alcancé la suya. Una
quinta brazada. Di un pequeño salto y nos tomamos de la mano. A Marina le
quedaba poco aire, con su mano libre braceó y trató de nadar de regreso a la
superficie arrastrándome con ella, sin embargo yo era tan pesado como si estuviera
en tierra firme, y el que yo nadara no surtía mayor efecto que intentar nadar
en el aire. Marina no podría resistir mucho más, así que solté su mano y ella
subió como un torpedo y boqueó varias veces para recuperar el aliento al salir
del agua. Se sentó en el puente y discutía con su padre algo que bajo el agua
no alcancé a escuchar. Asomó nuevamente
su cara desde el puente y a señas traté
de hacerle entender que yo estaba bien y que debíamos continuar hasta el otro
lado del lago. En esto estaba cuando de repente comencé a sentir muchísimo
sueño, y tras un burbujoso bostezo, mis parpados comenzaron a sentirse pesados
y mi cuerpo cada vez más ligero y de movimientos más y más lentos. Traté de
mantenerme despierto y vi cómo Marina saltaba nuevamente al agua y nadaba hacia mí desesperadamente. Mis brazos flotaban
inertes a cada lado, me mantenía sin esfuerzo sobre la punta de mis pies. Marina
me aferró de un brazo y desesperadamente intentó llevarme nadando a la
superficie, subimos un centímetro, dos,
o quizá sólo flotaba cerca de la superficie. Marina me sacudió de los
hombros. Yo me sentía muy tranquilo y somnoliento. Entonces lo comprendí, me
estaba ahogando. Me ahogaba en un lago de tranquilidad. Me ahogaba en un lago
en el que podía respirar, pero no podía nadar ni hablar ni escuchar. Con un
esfuerzo sobrehumano Marina nadó y se colocó a mi espalda, apoyando los pies en el fondo del lago trató
de empujarme a la superficie. Lo estaba logrando, iba ya a medio camino.
Faltaban solo un par de metro más y entonces mis ojos no pudieron seguir
abiertos y todo a mi alrededor fue oscuridad, silencio y tranquilidad.